Bienestar mental del deportista en la recuperación de una lesión
Una lesión es un evento fisiológico que puede producirse durante la actividad de un deportista de competición que debe probar a diario sus propios límites. Aunque una lesión sea un hecho que, si bien desagradable, puede ocurrir, cuando se producen dos o más seguidas, de cualquier gravedad, puede ser una señal que alerta sobre un desequilibrio subyacente.
El papel del bienestar mental en la incidencia de las lesiones
Ser consciente de la propia condición es fundamental para prevenir y recuperar las lesiones, ya que para alcanzar un objetivo a menudo entran en juego dinámicas que pueden llevar al extremo los propios límites, pagando un precio demasiado alto.
A menudo, la retórica deportiva lleva a considerar razonable el intento de lograr un resultado a cualquier precio. No todos los deportistas que se entrenan al máximo consiguen obtener un rendimiento de alto nivel: la realidad es que muchos solo alcanzan esporádicamente el rendimiento al que aspiran, pero luego no consiguen mantener la continuidad. Otros, en cambio, ni siquiera consiguen acercarse al nivel de rendimiento deseado.
La salud mental del deportista podría estar a la raíz de las lesiones recurrentes y de los rendimientos inferiores a las expectativas: la literatura científica deportiva asocia estrechamente las lesiones y el bienestar mental. Un nivel elevado y crónico de tensión nerviosa, acompañado por un conocimiento escaso de su naturaleza y de las mejores formas de gestionarlo, genera rigidez general y varios contratiempos musculoesqueléticos. La tensión también conduce a una evaluación ineficiente del riesgo: el afán por liberar la tensión puede transformarse en riesgos innecesarios o excesivos.
Las causas por las que un deportista experimenta un periodo de desequilibrio son múltiples y afectan, inevitablemente, a varios aspectos de la actividad deportiva, aumentando la incidencia de lesiones y, ciertas veces, provocando el abandono de la actividad competitiva.
Tratar una lesión
¿Por dónde se empieza a tratar una lesión? En primer lugar, puede ser una oportunidad para reflexionar. La parada forzada puede y debe ser una oportunidad para una reconsideración general del equilibrio del deportista. Lamentablemente, esta fase se vive a menudo como tiempo perdido, cuya causa puede atribuirse simplemente a la mala suerte, a una mala preparación atlética o a una constitución general débil debida a factores genéticos imponderables. En esta fase, también es importante evaluar la función del dolor.
El dolor es una señal que puede permanecer en la memoria incluso por mucho tiempo después de su manifestación aguda. El deportista que sufre una lesión debe afrontar no solo el trabajo físico necesario para recuperarse plenamente, sino también las ansiedades y preocupaciones asociadas al temor de que el dolor vuelva, de que la lesión se repita, de que el daño sea más grave de lo esperado, de que nada vuelva a ser como antes.
Esto no es raro. El sistema nervioso humano está programado para olvidar solo aquellos traumas que son tan graves que ponen en duda la estabilidad psicofísica. En esos casos, entran en juego los mecanismos debidos al shock que son funcionales para preservar la estabilidad psicoemocional, limitando la transcripción en la memoria de los eventos y sensaciones asociados a la lesión.
En todos los demás casos, el recuerdo del dolor se cultiva y almacena en una parte de la memoria a la que se puede acceder fácilmente. Este mecanismo no ayuda al deportista lesionado. Sin embargo, si se interpreta considerando los mecanismos evolutivos y de sobrevivencia, resulta mucho más aceptable: recordar el dolor sirve para motivarnos a no revivirlo.
El bienestar mental del deportista: manejar la recuperación de una lesión
¿Qué puede hacer el deportista para vivir la recuperación y el retorno a la actividad de la mejor manera posible desde el punto de vista mental?
En primer lugar, no culparse por la incapacidad de eliminar el recuerdo del dolor. Hay que ser consciente de que uno no puede obligarse a olvidar el dolor, pero también es normal que el recuerdo se atenúe con el tiempo. Hay que tener mucha paciencia con uno mismo. Conocer y aceptar este mecanismo, que forma parte del ser humano, facilita superar los pensamientos negativos, sin derrochar energía en rechazarlos, oponiendo una resistencia inútil que solo genera miedo: un torbellino que puede absorber la energía física y mental.
El segundo consejo es incluir en el plan de recuperación pequeños retos diarios, es decir, comportamientos que estimulen determinadas sensaciones. Por ejemplo, un deportista puede poner a prueba gradualmente la parte del cuerpo que se ha lesionado prestando atención a la respuesta de su cuerpo.
Escuchar las sensaciones ayuda a conocer mejor esa parte de nuestro cuerpo que, con la lesión, ha sufrido una transformación, un cambio. Nunca reflexionamos lo suficiente sobre este aspecto: una lesión, tanto grande como pequeña, siempre deja una huella y cambia el equilibrio de la parte del cuerpo afectada, aunque aparentemente todo haya vuelto a ser como antes. Conozcamos mejor esa parte de nosotros, así podremos aprovechar al máximo sus capacidades nuevas y transformadas.